¿Cuánto dura el encanto de las grandes ciudades? Vamos a ellas, nos impactan sus enormes edificios, el flujo interminable en sus calles, la cantidad infinita de personas. Nos atrevemos y participamos en su algarabía y hasta construimos un minuto de su historia. Tiempo suficiente para darnos cuenta de cómo nada aquí es permanente. Entonces huimos buscando algo más perdurable y volvemos siempre a la tierra, al polvo; a ese tiempo dilatado de nuestro pueblo donde, ahora sí, tenemos la certeza de lo infinito.