La Semana Santa también es esperada con ansiedad por los niños del Sur de Jalisco, pero no por cuestiones religiosas ni de esparcimiento vacacional. Esta semana comienza con el Sábado de Gloria, la entrada de Jesucristo a Jerusalén, cuando las humildes palmas sirven para dar la bienvenida y el triunfo del Redentor entre Su pueblo. Palmas que se agrupan en ramos, ramos de palmas que anuncian la Gloria del Hijo del hombre.
En muchas ciudades del país el catolicismo se muestra en hermosos tejidos que con verdes palmas realizan nuestros artesanos para que sean bendecidas y protejan contra los demonios.
Pero, además, en el Sur de Jalisco estos ramos generan una vieja tradición muy particular que se celebra sólo en estas fechas y en estas tierras: los «ramos», puestos artesanales con las más variadas creaciones en muy diversos materiales: barro, madera, papel y, más recientemente, plásticos que dejan de ser artesanías, pero siguen siendo juguetes. Los niños recorren las pequeñas y angostas calles con sus toldos cayendo pesados sobre las cabezas de los compradores, con la intención de hacerse de un juguete más para su diversión.
Por lo general estas artesanías vienen del estado de Michoacán, verdadero maestro popular en estas llamadas artes menores. Su llegada genera una contenida felicidad, contradicción de sentimientos puesto que se rememora la muerte de Cristo y, por otro lado, los nuevos juguetes llaman a la alegría.
Particularmente en Ciudad Guzmán este montaje colorido se efectúa anexo al tianguis semanal, al Sur Oeste de la ciudad, pero anteriormente (¿15, 20 años ya?) se realizaba en pleno centro y a lo largo de una sola calle, justo frente a la antigua casa de Juan José Arreola, desde Lázaro Cárdenas hasta Gordoa, cruzando la calle de Humbolt.
Zapotiltic, Tamazula, Tuxpan, Huescalapa, cada uno de estos pueblos (y muchos otros más que no nombré) llevan también a cabo el montaje de dichos tianguis artesanales conocidos simplemente con el nombre de «los ramos». Es tradición, también, comprar un jarrito, un carrito de madera, cazuelas o macetas, para regalar a los seres queridos. Al entregárselos se les notifica: «aquí te traigo tu ramos», generalizando con el sustantivo el objeto entregado e indicando que fue comprado ahí y no en otro lado, aunque se trate de algo que bien se vendía en otra parte y tenga las mismas propiedades.
Este fluir económico (el abuelo le regala al nieto; el yerno, a la suegra; los hijos, a la madre) aunque con bajas aportaciones monetarias en general, es apreciado como un descanso en los aconteceres cotidianos, un verdadero suceso sin el cual no puede concebirse la Semana Santa en nuestro Sur de Jalisco.