A María Frascara
Perdido, entre el barullo
del centro comercial,
estoy en el comedor pulcro
rodeado de 38 mesas blancas.
Inundado de imágenes televisivas
y reales.
Gente comiendo, apurada en sus mesas
deseando terminar para continuar con
sus pretendidas importantes rutinas.
Ahí, en ese caos, he ideado
un orden
y de la melodía de imágenes
seleccionadas
he permitido que llegue a mí
el eco del susurro de tu silencio
que alcanza a articular
una palabra.
Invento el consuelo y
la sonrisa.
Sé entonces la satisfacción
de tu compañía eterna
aunque no estés conmigo,
y sé que de esa manera
hemos dado cumplimiento,
una vez más
a esa invención nuestra que
llamamos poesía.