Escrito a la luz de la luna

A la hora vespertina el sol mueve sus últimos engranajes, abre imperceptiblemente el azul domo del cielo. Cuando el artificio desaparece el espacio se muestra en su totalidad más cierta. Entonces sentimos que nuestra vista es una larga mano con la que tocamos las estrellas. Acariciamos la noche como un arroyo de luz en nuestras manos. La infinitud responde con su gemela y es en el espejo de esta eternidad que nuestro presente diluye los límites que le han impuesto.

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