¿Edad? No la recuerdo, pero indudablemente estaba en lo primeros años de la primaria. Primero o segundo grado. Digo esto porque estaba haciendo mi tarea escolar. Pegar no sé qué con pegamento blanco, de ese que estaba dentro de botellitas con forma de pino de boliche. El resistol no sale, tengo que apretarlo. Sigue sin salir, pero sí se siente líquido. ¿Qué estará pasando? A lo mejor ya casi sale. Le echo un ojo al agujerito de la salida. Aprieto más fuerte que antes, un chorro de resistol que va directo a mi ojo abierto. Cierro y aprieto los párpados. No quiero abrirlo, me duele, me arde. Grito. El párpado se me ha pegado. Mi padre y mi madre me auxilian. Mi mamá tiene la idea de que con leche el pegamento se me removerá. Lo intenta. Yo no quiero abrir el ojo. Al final el pegamento cede. He recuperado la visión luego de un lavado con agua. La leche y la idea han funcionado.
Resistol
Publicado por Rodrerich
Poeta, escritor y fotógrafo. Creyente de que la cultura y la educación nos harán mejores hombres. Aquí verás pensamiento y entrevistas a grandes personalidades contemporáneas. Esperemos que te diviertas. Ver todas las entradas de Rodrerich