El recuerdo de la sombra del humo

Demasiado sol,
 todo es tan
 evidentemente cierto
 que aburre.
 A aquel árbol
 le puedo contar
 hasta las hojas,
 veo en la calle
 toda su infinita
 lejanía,
 todas las grietas
 del peso
 emergen de
 mis pisadas.
 Sólo pido
 un poco de
 sombra e
 incertidumbre,
 una neblina
 que cubra todo
 y me dé
 oportunidad
 para imaginarme
 las cosas que
 desconozco.
 Prefiero suponer
 para crear
 que la certeza
 agotada de
 la verdad.
 ¿Me quedaría
 sin nada,
 sólo el humo
 que deseo?
 Esas creaciones
 fugaces y arenosas
 son tal vez
 lo único que
 tengo.
 Satisfacción inútil
 que no por 
 eso deja de
 ser cierta.
 Ahora el árbol
 puede ser mil
 bosques,
 y la calle se
 curva a mi antojo
 para llegar
 al destino que
 yo elijo,
 reconozco con
 ello que soy
 el centro
 del que emergen
 cientos de sentidos.
 Ahora el nombre
 me pertenece
 y puedo fundar
 los nueve reinos
 con mis palabras.
 Bautizo y veo
 crecer esos
 brotes.
 Sé cuál es
 la bendita agua
 que necesitan.
 Son el árbol
 que despliega sus
 ramas hacia
 arriba, sin
 dirección alguna;
 son la arquitectura
 de un proyecto
 que avanza solo,
 indetenible y
 concreto.
 ¡Humo, por siempre humo!
 Me reclamarás
 ahora que
 estás leyendo.

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