Remanso 1

Ayer fue domingo, día familiar, salir al campo y realizar actividades para desestresarte y desaburrirse (¡cuánto DESastre). Pues bien, yo llevé mi cámara, miré algunas plantas y paisajes y disparé.

Misterios, puertas a senderos que no me atreveré jamás a recorrer

Confieso que, a la par de su atractivo, algunos árboles me peoducen verdadero terror. En esta foto una «alfombrilla» de plantas hizo una especie de «casita» con puerta y todo, dando un aspecto terrorífico. Yo no quiero entrar ahí.

Plantita

Luego, seguí caminado hacia otro lugar y me encontré muchas plantas, enormes piedras (estaba cerca del volcán) y esta fue la que más me gustó.

Fin de semana de recorridos por los caminos del volcán.

Querido José

José Barocio es un escritor y poeta colimense-michoacano que cree es rechazado por muchos, no se da cuenta de que habemos más quienes lo queremos.

Nos narra en esta charla sus experiencias en la vida, terribles cosas que le han sucedido a su familia, violencias hacia su propia persona. Pero que, afortunadamente, ha podido superar gracias a la literatura.

Cronista del infortunio homosexual, creador de bellos haikús de los que gusta escribir con puntualidad y respeto por la palabra. Él mismo se considera directo y sarcástico. Su literatura erótica en no pocas ocasiones ha causado incomodidad a muchos que la leen, pero él sigue escribiendo, sabiendo que se es como se es y no se puede mentir.

José tiene amigos, algunos ya han muerto y tiene la valentía de ser su voz de alguna manera, para continuar con la obra de aquellos que marcaron su destino.

Mariscal de las artes

Charla con Pedro Mariscal, normalista y promotor del arte en Zapotlán. Deliciosa plática en la que recordamos tiempos allá en el CREN. Paso por las funciones y los objetivos agrarios del normalista, las vivencias en el tren como un romántico objeto de transporte (no sólo físico).

Memoria también de personajes que ya se han ido y que nos marcaron como estudiantes y seres humanos. También jóvenes activos que apuestan por el arte en nuestra ciudad y región.

Están presentes en su palabra la preparación en las letras para los chicos de la primaria, las artes escénicas, la pintura y hasta la radio como medio de difusión de todos estos acontecimientos en la Ciudad.

Sin duda una de las mejores entrevistas que he tenido hasta el momento.

Mariscal de las artes

Dos changos

Charla en directo con Aarón Ochoa, primera conversación que no hice por teléfono. Una plática con mi hijo con lo cotidiano que siempre tengo con él. Por fortuna esta ocasión he podido grabarla, hay muchas otras con él que no pude realizar, pero sus conocimientos y lecturas siempre me resultan aleccionadoras. Bueno, como ven, estoy enmascarando el orgullo que siento por él. Así que ahora dejo de hablar de ello.

Esta plática la tuvimos ya en la noche, al pie del Volcán de Colima, encontrarán aluciones a esto en esta plática. Una reflexión sobre las consideraciones que muchos de nosotros tenemos hacia África, un periplo sobre los alcances que la preparación de Aarón busca lograr, una proyección de sus planes.

Como les dije, fue una grabación en directo y escucharán los golpeteos de sus dedos en la mesa donde estaba mi celular grabando. Todas estas reflexiones son realizadas a partir de una lectura que estaba haciendo sobre The fate of Africa, libro muy largo que da un repaso sobre la historia de África en el siglo XX. Aquí sólo nos habla del capítulo sobre el Congo.

Charla muy interesante sobre un continente más bien desconocido.

Dos changos charlando chido

La barba de mi papá

En todos mis recuerdos (hasta en los que no fueron míos: una fotografía en su soltería) mi padre siempre aparece con bigote. Sólo en una ocasión llegué a verlo con barba. Recuerdo (tal vez mal) que venía de la casa de su hermano José cuando éste también vivía por la calle Núñez. Fue sorpresivo para mí verlo barbón así de golpe, jamás noté el proceso de crecimiento de sus pelos. El verlo así, en esa situación extraordinaria, hizo de él, en definitiva, un individuo igual a cualquier otro. Sabemos que de niños nuestros padres son seres intachables, poderosos, únicos, etc. Ya luego el tiempo se encarga de hacernos saber que no lo son tanto, también ellos tuvieron debilidades, errores y frustraciones. Son en realidad seres comunes, lo sabemos porque se parecen a nosotros.

Orgullos personales

Existen cosas de difícil comprensión. Una de ellas la utilizaré en este inicio de texto para continuar desarrollando un orgullo raro.

Pues bien, yo viví en mi pueblo natal hasta los primeros años de mi juventud. La cosa es que cuando llegué a otras tierras yo notaba que la luz de sus lámparas de calle era muy diferente comparadas con las de mi pueblo. Yo veía (y aquí está la fuente de mi tonto orgullo incomprensible) la luz de mi pueblo debilucha y amarillenta, en nada comparable con la blanca y potente de Tepic, Guadalajara, Colima. Un signo de atraso tecnológico y en ese atraso, la base de mi orgullo. ¿Cómo era esto posible? Ya hoy que vuelvo a ver esa luz nocturna y callejera, me doy cuenta de que es la misma. Mi orgullo no tiene mayor fundamento que una subjetividad inflada con aires inexistentes.

Otro caso lo escuché en mis años de estudiante en el bachillerato. Estudiábamos en el Tecnológico de Ciudad Guzmán, institución de prestigio sólido en buena parte del occidente de la república. Tal era su fama que era habitual encontrarnos con estudiantes de otras latitudes. Claro que estaban los de Jalisco, allende la Capital. También había algunos cuantos de Nayarit y Michoacán. Colima no podía faltar y era la entidad que más aportaba a esta institución. A uno de esos estudiantes le escuché decir en una ocasión (él era de Manzanillo y había pasado ya el terremoto del 85): «no, los temblores no se comparan con los huracanes, los terremotos duran unos segundos, los ciclones son interminables». Lo decía con ese orgullo que quería hacer crecer el espíritu de su localidad como si se tratara de algo inherente a la gente, algo producto de su industria y no de la naturaleza.

¿Cuánto daño nos hace esta falsedad cuando nos damos cuenta de que la hemos enarbolado para construir nuestra relación con los otros? La idiota forma de sentirnos superiores por algo que no hemos hecho, que ni siquiera es producto del ser humano. Ahora hablo en plural porque sé que es frecuente entre todos nosotros estos orgullos flacos y crecidos.

Huichol

Escenario: el puerto aéreo que se encuentra cerca de la SEP, en Tepic. Mi amigo, Richie Valenz (sobrenombre de tal carga emotiva que me ha hecho olvidar el original nombre de mi amigo), sabe que me gusta conocer las culturas indígenas de nuestro país. Vemos un viejecito huichol, nos acercamos a él. Richie tiene ganas de presentármelo para ser el protagonista de ese encuentro. Entonces pregunta directamente: «¿sabe usted hablar español?». El viejecito responde: «no», y tristes nos alejamos de él.

Stephen Howking en Guadalajara

Trabajo en Guadalajara. No tengo auto y mi único medio de transporte es el colectivo. Los traslados, aunque pudieran parecer en un espacio corto, son largos en el tiempo. Así es que aprovecho esas «horas muertas» leyendo en los camiones, cuando encuentro asiento.

En cierta ocasión iba leyendo Breve historia del tiempo de Stephen Howking. Me siento abrumado por los enormes datos que Stephen pone en mi cabeza. Me doy cuenta de que ya está por llegar mi «bajada». Toco el timbre. Me bajo. Estoy en las calles de siempre en la colonia Alcalde-Barranquitas, pero no identifico nada de eso que he visto repetidas veces. Me siento perdido. ¡Maldito Howking! ¿Ahora cómo llegaré a mi casa?

Editorial Novaro

Dentro de los regalos más entrañables que me hiciera mi padre en la infancia estaban unos «cuentitos» que yo leía una y otra vez. Si mal no recuerdo eran de la editorial Novaro. Hablaré aquí de los detalles que recuerdo.

Primeramente, cosa insignificante, en la portada había impreso un sello precolombino que pertenecía al hombre de Tlatilco. Creo que era un sello del Sindicato de Editores o algo así. Me parecía tan atractivo este hombrecillo que hasta ahora lo recuerdo. Presentaba su cuerpo entero (algo correspondiente con el neolítico europeo) y una cabeza cuadrada enorme con un par de cuadritos cada vez más pequeños dentro.

Estos cuentos/revista (¿cuántos serían, seis, siete?) tenían, al final, unos cuantos capítulos de la historia de Aladino y la Lampara Maravillosa. Nunca tuve la colección completa, pero ahí me enteré de que había más de un genio maravilloso que surgia no sólo de lámparas, también de anillos y de que había árboles con frutos de piedras preciosas. La ilustración no era de dibujos sencillos y eso le otorgaba todavía más de un ambiente misterioso que atinaba en su objetivo.

Antes de las aventuras de Aladino, los folletos estos tenían información varia. Ilustraciones de cómo se vestía la gente a lo largo de los siglos, cómo era la vida de los niños en la historia, y muchas de las fábulas más famosas de la literatura universal. Un conejillo ladronzuelo, un oso que lo perseguía, siempre metidos en problemas, pero felices.

Supongo que a la par de la compra de esos números mi padre compró (¿dónde habrá sido?) un libro de la misma editorial que me encantó y marcó para siempre mi gusto por la astronomía. El título y a no lo recuerdo, pero bien sigue en mi memoria. De él hablaré en otro post. Adelanto que eran biografías de Nicolás Copérnico, Galileo Galilei y un repaso por nuestro Sistema Solar.

El silencio como muestra de la inteligencia

Disculpen que para esta disquisición traiga a colación situaciones triviales y mundanas. Vida matrimonial. Problemas como siempre, uno de los dos alega y alega, el otro le responde. La alegata (que jamás discusión) sube de nivel y se llegan a los gritos (recurso para imponerse sobre el oro cuando no se tiene razón o, cuando sí se la tiene, no es entendida por el otro). Uno de los dos sabe que no se llegará a solución alguna, no tiene caso seguir con los gritos o la exposición de razones. Ese que sí lo comprende opta por el silencio y ahí radica, en su razonamiento personal e interno, la muestra de su iteligencia. Ha callado no por derrota, sino por conclusión. Eso lo sabe y le satisface aun sabiendo que para el otro el triunfador sea, aparentemente, el que continúa gritando.