
¿Qué le debo a la palabra? Una comprensión más consciente de la realidad. Conciencia como el acto con el que ordenamos un rompecabezas móvil y fugaz en su permanencia. Ya no basta con la percepción casi animal de una memoria volátil y muda, ahora me exijo y digo: hay dos caminos y debo elegir sólo uno. Si tomo el primero sucederá tal, si tomo el segundo tendré qué. Un nuevo eco ajedrecístico dentro de mi cabeza que habla y escucha. Valoro.
Conciencia todavía llena de neblina que, de cualquier forma, me permite advertir que estoy en el umbral de un nuevo descubrimiento.