No fue cuestión mágica, y hasta tiene su explicación lógica (que ni siquiera científica), pero en el sepelio de mi madre la vi a ella como una sombra, como una doble imagen de la gente que la acompañaba en su último adiós. Y no sólo eso, también mis ánimos la hacían viva cuando tenía yo cosas que contarle. «Ahorita que llegue con ella le contaré que vi a la mamá de Toño… Ah, no, ya no podré contarle eso«, terminaba concluyendo con tristeza.
Mi madre supuestamente ha muerto, pero no es así, está alrededor de las personas, como un espíritu, cubriéndolas a todas ellas que la conocieron, sonriendo, escuchando, charlando la plática eterna de quienes la quisieron, y reparte bendiciones como un ángel que se despide.